JEHOVA ES EL NOMBRE DE DIOS
gustavomiranda  
 
  UN ESPECIAL DE NAVIDAD 04/29/2024 3:12am (UTC)
   
 
Mesías anunciado
«Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito» (Juan 3: 16).
LA GENEALOGÍA DE JESÚS registrada en Mateo tiene dos propósitos. Primero, señalar que era
descendiente de David. Esto lo calificaba para ser rey de Israel.
En segundo lugar, mediante esta genealogía, Mateo quiere enfatizar que Jesús de Nazaret era el
cumplimiento de las promesas hechas a los padres. Esto indicaba que Dios tenía el control de los
acontecimientos. Que los propósitos de Dios se cumplían en la persona de Jesús. De ahí la repetida
frase de Mateo: «Esto sucedió para que se cumpliera» (Mat. 1: 22). «Pero, como las estrellas en la vasta
órbita de su derrotero señalado, los propósitos de Dios no conocen premura ni demora [....]. Así
también fue determinada en el concilio celestial la hora en que Cristo había de venir; y cuando el gran
reloj del tiempo marcó aquella hora, Jesús nació en Belén» (El Deseado de todas las gentes, p. 24).
La profecía de la venida del Mesías no señalaba una fecha específica pero sí la ocasión y las
circunstancias en las que nacería. Sería al final de las setenta semanas de Daniel. Por eso, Jesús
predicó: «Se ha cumplido el tiempo» (Mar.1: 15).
Dios escogió un tiempo adecuado para el nacimiento de Jesús. «En aquel entonces los sistemas paganos
estaban perdiendo su poder sobre la gente. Los hombres se hallaban cansados de ceremonias y fábulas.
Deseaban con vehemencia una religión que dejase satisfecho el corazón [...]. Con ansia en los ojos,
esperaban la llegada del Libertador, cuando se disiparían las tinieblas, y se aclararía el misterio de lo
futuro [...]. El mundo estaba maduro para la llegada del Libertador. Las naciones estaban unidas bajo
un mismo gobierno. Un idioma se hablaba extensamente y era reconocido por doquiera como la lengua
literaria. De todos los países, los judíos dispersos acudían a Jerusalén para asistir a las fiestas anuales, y
al volver a donde residían, podían difundir por el mundo las nuevas de la llegada del Mesías» (ibíd.).
El Salvador y la mujer
Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su
pueblo de sus pecados (Mateo 1:21).
UNO DE LOS ASUNTOS SOBRESALIENTES de la genealogía de Mateo es que, extrañamente, se
mencionan a varias mujeres. Por el papel que las mujeres desempeñaban en la sociedad judía, no era
común que aparecieran en registros públicos como las genealogías. Pero cuando nos fijamos en qué
clase de mujeres eran las mencionadas, entonces el asunto cobra más interés. Difícilmente habría
encontrado Mateo a mujeres menos aptas para aparecer en su lista genealógica. La primera que se
menciona es Rahab, una ramera de Jericó (Mat. 1: 5; Jos. 2: 1-7). Fue la mujer que hospedó a los espías
hebreos, y, en recompensa, se le perdonó la vida a ella y a sus parientes, además se les dio un lugar
dónde vivir en Israel.
La segunda mujer que aparece en el registro es Rut, una moabita que se casó con uno de los hijos de
Noemí, a quien acompañó de regresó a Israel. Ella pertenecía a un pueblo extranjero y odiado por los
israelitas, y a quienes se les prohibió en la ley mosaica que pertenecieran a la congregación de Israel
durante diez generaciones (Deut. 23: 23).
La tercera es Tamar, una adúltera deliberada que engañó a su suegro para procrear un hijo con él (Gen.
38). Aunque tenía justas razones, era de moral dudosa.
La cuarta es Betsabé, mujer de Urías, el hitita, uno de los valientes de David. Este la sedujo vilmente
con una crueldad imperdonable. Llegó a ser la madre de Salomón. Mateo ni siquiera menciona su
nombre, y solo dice que fue esposa de Urías.
¿Por qué Mateo incluyó a estas mujeres en la lista de ascendientes de Jesús? Tal vez para darnos un
mensaje especial. Quizá nos quiere decir que esta es la esencia del evangelio: Que Jesús vino a redimir
al caído, al odiado, al pecador corrupto, al degenerado, al que vive sin esperanza, pero que se aferra de
Aquél que tiene el poder de redimir.
Que Dios te bendiga,
Diciembre, 29 2010
¡Un salvador ha nacido!
Él estaba con Dios en el principio (Juan 1:2).
EL HECHO MÁS TRASCENDENTAL EN LA HISTORIA de la humanidad fue el nacimiento de Jesús
de Nazaret, acontecimiento que el mundo cristiano celebra a partir de esta noche. Pero fue más que un
gran hombre y un maestro extraordinario. Fue el enviado de Dios a un mundo que perecía en las
tinieblas del mal. De acuerdo al Evangelio de Juan, él fue la luz verdadera que vino al mundo.
Hay seis postulados importantes que Juan hace al comienzo de su Evangelio acerca de Jesús de
Nazaret. A este personaje que nació en la humilde aldea de Belén, en un sitio donde guardaban el
ganado, el apóstol lo llama el Logos, es decir, el Verbo de Dios, el pensamiento de Dios hecho audible.
Por eso, la primera declaración contundente que el escritor hace es que este Verbo era preexistente: «En
el principio ya existía el Verbo» (Juan 1: 1). El autor usa la palabra “principio” para referirse al
momento anterior a la creación del mundo. Lo que quiere decir es que el Verbo no pertenece al orden
de las cosas creadas. Antes de que todas las cosas existieran, estaba el Verbo. En este mundo estamos
acostumbrados a ver que todas las cosas creadas tienen un principio y un fin. Pero el Verbo no tuvo
principio. No hubo un tiempo cuando el Verbo no existiera. El profeta Isaías lo llamaba: «Padre eterno»
(Isa. 9: 6), es decir, sin principio ni fin.
La segunda declaración con respecto al Verbo es también impresionante: «El Verbo estaba con Dios»
(vers. 1). Esta afirmación indica que era compañero de Dios. Él es eterno, y el Verbo fue su compañero.
Pero esa declaración también nos dice que el Verbo no debe confundirse con Dios. Por ser el Hijo no
era Dios el Padre. Es decir, no era idéntico. En esta declaración magnificente del Verbo, la intención es
separar, no fusionar, las personalidades de Dios y del Verbo. El Verbo era distinto, porque estaba con
Dios.
Que Dios te bendiga,
Diciembre, 24 2010
Verbo divino
Él es la imagen del Dios invisible (Colosenses 1: 15).
A LAS DOS DECLARACIONES DE AYER, el apóstol agrega otra igualmente contundente: «Y el
Verbo era Dios» (Juan 1: 1). No están fusionados el Verbo y Dios. Hace una distinción entre sus
personalidades: El Verbo estaba con Dios. Pero ahora nos previene con la misma fuerza a que no
vayamos a pensar que el Verbo era inferior a Dios. La expresión «el Verbo era Dios», quiere decir que
el Verbo era divino. Esta conclusión es la más lógica, porque ya nos ha informado que él estaba con
Dios, y ahora no dice que era Dios. Esto quiere decir, entonces, que el Verbo tenía una naturaleza
divina.
Esta declaración era increíble para la gente de la época de Jesús. No era una creencia común en el
judaísmo de sus días de que el Mesías fuera un ser divino. Los judíos pensaban que sería un líder
humano, descendiente del rey David, y que llegaría a ser rey de Israel y del mundo. Los planes de Dios
para la humanidad escapaban a la comprensión más excelsa de los hombres. Por eso, Mateo dijo,
citando al profeta Isaías: «Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por
medio del profeta: “La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel” (que significa
“Dios con nosotros”)» (Mat. 1: 22, 23).
La cuarta declaración sorprendente de Juan acerca del Verbo es: «Por medio de él todas las cosas
fueron creadas; sin él, nada de lo creado llegó a existir» (vers. 3). Esta afirmación nos dice que el Verbo
fue el creador de todo lo que existe. De nuevo, el apóstol Pablo afirma lo mismo cuando dice: «Porque
por medio de él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles, sean
tronos, poderes, principados o autoridades: todo ha sido creado por medio de él y para él» (Col. 1: 16).
Que Dios te bendiga,
Diciembre, 25 2010
La representación de la gracia
«Mí Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y
nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo» (Mateo
11:27).
DE ACUERDO AL EVANGELIO DE JUAN, la venida de Cristo al mundo cumplió un propósito
fundamental: Mostrar en su persona la gracia y la verdad de Dios. Al cumplir este objetivo, Cristo
reveló el carácter de Dios a la humanidad. Él escogió a Moisés para revelar leyes y estatutos, que su
pueblo y el mundo necesitarían. Por medio de tales se reveló el carácter de Dios: su justicia y santidad.
Pero estas leyes y estatutos estaban, en su mayor parte, adaptados a las condiciones y circunstancias en
las que su pueblo vivió, y tenían el propósito de llevarlo a mayores alturas. Por lo tanto, no
representaban el ideal más elevado que Dios tenía para su pueblo.
Era necesaria, entonces, una revelación más completa y universal del carácter de Dios. Por eso envió a
su Hijo al mundo. Quería que los seres humanos comprendiéramos más ampliamente su carácter. La
encarnación del Hijo de Dios cumplió ese propósito. Contemplando el carácter y la vida de Cristo
tenemos una revelación más clara del carácter de Dios. Nadie lo pudo hacer mejor que aquel que vivió
en unión íntima con el Padre.
Por lo tanto, Jesús vino a este mundo a representar en su vida y con sus obras cómo era Dios. Los que
lo vieron y escucharon, recibieron el impacto de esta revelación.
En los próximos días vamos a detenernos a contemplar la revelación de su gracia mediante sus
palabras. Lamentablemente no conocemos el tono de su voz ni los gestos de su rostro ni las expresiones
de su cuerpo, que son parte de la revelación. Pero tenemos las palabras que usó para ilustrar el carácter
de Dios. Esto es suficiente.
Que Dios te bendiga,
Diciembre, 18 2010
Gracia encarnada
Pero la transgresión de Adán no puede compararse con la gracia de Dios»
(Romanos 5: 15).
POR MEDIO DE JESÚS se revelaron la gracia y la verdad. Haríamos bien en preguntarnos qué es la
gracia. En el Nuevo Testamento aparece muchas veces esta palabra. ¿Qué significa realmente?
Para entenderla debidamente tenemos que regresar al pasaje del capítulo 5 de Romanos, donde hemos
visto el contraste entre la familia de Adán y la de Cristo. Notemos lo que dice el apóstol: «Pues si por la
transgresión de un solo hombre murieron todos, ¡cuánto más el don que vino por la gracia de un solo
hombre, Jesucristo, abundó para todos!» (vers.15). Pablo resalta el gran contraste que hay entre la
transgresión de Adán y el don del otro Hombre, Jesucristo. Este don, dice Pablo, vino por la gracia de
un hombre y abundó para todos. Luego añade: «Pues si por la transgresión de un solo hombre reinó la
muerte, con mayor razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia reinarán en vida
por medio de un solo hombre, Jesucristo» (vers. 17). Este don se expresa en términos de gracia
abundante y justicia.
Cuando estábamos hundidos en el pecado de Adán, Cristo nos concedió la justicia de Dios; pero esto se
hizo por gracia. Luego concluye el apóstol: «Pero allí donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia,
a fin de que, así como reinó el pecado en la muerte, reine también la gracia que nos trae justificación y
vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Señor» (vers. 20, 21). Allí donde se esperaba condenación
total por la magnitud del pecado de Adán, Dios dio justificación y vida eterna. Y lo hizo porque
sobreabundó y reinó su gracia.
Por lo tanto, la gracia es el atributo del carácter de Dios mediante la cual él nos expresa su amor.
Nosotros lo llamaríamos misericordia y compasión. La Biblia lo llama gracia. Esta es la gracia que
Cristo vino a revelar.
Que Dios te bendiga,
Diciembre, 19 2010
Gracia y verdad
Cuando el vino se acabó, la madre de Jesús le dijo: «Ya no tienen vino» (Juan 2: 3).
DE ACUERDO AL EVANGELIO DE JUAN, Jesús hizo siete señales, que tenían evidentemente el
propósito de revelar su misión al mundo. Recordemos que Jesús había venido para revelar la gracia y la
verdad de Dios.
El milagro realizado en las bodas de Cana fue la primera de estas señales. En ella se revela tanto la
gracia como la verdad de Dios. Jesús y sus primeros discípulos regresaron de Judea a Galilea. Al pasar
por Caná, se enteraron que había una boda y fueron invitados a quedarse. María, la madre de Jesús,
estaba involucrada en esta fiesta, pues probablemente alguno de los contrayentes era su familiar. Aún
hoy, en tales ocasiones, la comida y la bebida son parte integral. En esta instancia, el vino se terminó
antes de que concluyera la fiesta. Esto, evidentemente, colocaba a la familia en una situación
embarazosa. La madre de Jesús se acercó a él y le sugirió que hiciera algo al respecto. Entonces, el
Padre le reveló al instante que debía hacer una señal para beneficio de la familia, y particularmente para
sus primeros seguidores. Así que convirtió el agua en vino.
Vemos aquí la gracia de Dios que se preocupa por sacar a una familia del aprieto en el que estaba. Él es
bondadoso y se preocupa de la aflicción de los otros. Está dispuesto a satisfacer nuestras necesidades
físicas y espirituales. Es un ser bueno que convierte nuestra agua en vino. «Mediante este milagro
Cristo también dio evidencias de su misericordia y compasión. Manifestó que se preocupaba por las
necesidades de los que lo seguían para escuchar sus palabras llenas de conocimiento y sabiduría» (Cada
día con Dios, p. 366).
Pero también reveló la verdad de Dios. Con este milagro, sus primeros discípulos discernieron la
verdad suprema de que Jesús era el enviado de Dios, el Mesías de Israel. No solo satisfizo una
necesidad física, sino también una espiritual.
Gracia y justicia
¿No está escrito: «Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones»? (Marcos 11: 17),
DESPUÉS DE UN MINISTERIO CORTO en Galilea, Jesús regresó a Jerusalén para la celebración de
la Pascua. Al llegar al templo, contempló con asombro cuánto se había deteriorado el respeto en la casa
de Dios. Había un gran mercado que se realizaba en uno de los atrios.
El templo tenía tres atrios principales, además del santuario propiamente dicho. En frente del santuario
estaba el atrio de Israel. Era el lugar donde todos los israelitas mayores de doce años se reunían para
orar, mientras se realizaban las ceremonias y los sacrificios. Luego estaba el de las mujeres, donde se
reunían con el mismo propósito. Más allá, estaba el de los gentiles, donde los visitantes que no eran
judíos podían reunirse para adorar a Dios. Había una barda a media altura que lo separaba del atrio de
las mujeres. En estas paredes, y en lugares estratégicos, había letreros escritos en griego y latín, que
prohibían a los visitantes, so pena de muerte, atravesar esta barda y penetrar a los recintos interiores.
Así que, ese era el único lugar donde los gentiles y visitantes no judíos podían llegar cuando se
aproximaran al santuario.
Pero ese lugar había sido convertido en un mercado. Se vendían desde palomas y tórtolas, hasta ganado
vacuno y ovejuno. Había mesas de cambistas por todas partes, porque las ofrendas para el templo solo
se podían dar en una moneda estipulada. En ocasión de la Pascua, miles de personas se arremolinaban
en los alrededores del templo. El ruido y la algarabía eran intensos. Nadie podía adorar y orar a Dios en
tales circunstancias. Ese era el único lugar donde los gentiles podían. Jesús vio aquel cuadro triste de
desorden y griterío, y expulsó a los mercaderes del atrio. Cumplía su función de Mesías, celoso por la
casa de Dios. Se compadeció de los gentiles que no podían adorar a Dios como debían.
Que Dios te bendiga,a,
Diciembre, 21 2010
 
  NAVEGACION
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
  Miami Time
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